Si todo esto es ya un motivo más que suficiente para viajar hasta Perú, hay un lugar que a todo el mundo le viene a la cabeza cuando se menciona este país: Machu Picchu.
Hay varias maneras de llegar, pero una de las más inolvidables es hacerlo a través del Camino Inca siguiendo las sendas creadas por los antiguos habitantes del Tahuantinsuyo en mitad de la jungla y que cruzan los altos pasos de montaña por los que antaño centenares de personas de esta asombrosa civilización deambularon entre la capital del imperio y el imponente santuario perdido durante siglos en la cordillera de los Andes.
Hoy daba comienzo la aventura. Por fin emprenderíamos una de las rutas de senderismo más importante del mundo, un camino que nos llevaría hasta las mismísimas puertas de la majestuosa ciudadela inca de Machu Picchu.
Presupuesto del día (precios verano de 2013):
- 2 bastones de trekking: 10 soles
- 2 cinchas de trekking: 10 soles
- Sombrero: 10 soles
- Botella de agua de 2,5 litros: 12 soles (total 4 personas)
Total presupuesto para 1 persona: 33 soles (9,20€ aproximadamente)
Tasa de cambio utilizada: 1€=3,6 soles
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A las 6:00 de la mañana del decimotercer día de viaje sonó el despertador.
Sin coger las mochilas que habíamos preparado la noche anterior bajamos a desayunar y a decidir si al final hacíamos el camino o no.
Como ya habréis adivinado por la primera fotografía de este artículo, al final decidimos liarnos la manta a la cabeza y realizar el trekking, pero la deliberación duró todo el desayuno y partimos con bastantes dudas y algo de nerviosismo.
A las 6:45 pasó a buscarnos el autobús con en el que iríamos recogiendo al resto de miembros del grupo con los que compartiríamos la caminata de 4 días hasta Machu Picchu y que posteriormente nos llevaría hasta el kilómetro 82, el mítico lugar en el que da comienzo uno de los trekkings más famosos, conocidos y espectaculares del mundo.
Antes de llegar a este punto, hicimos una parada para que quién quisiese desayunase y dónde la mayoría nos abastecimos de algunos elementos muy necesarios durante el trekking: unos bastones y unas cinchas de transporte con las que atar el saco de dormir y la ropa de abrigo que durante el día nos iríamos quitando capa a capa.
Este también fue un buen momento para ir conociendo a los otros miembros del grupo y entablar las primeras conversaciones.
Unas dos horas después de haber salido de Cuzco por fin llegamos al punto en el que comenzaríamos el trekking, el km 82 de las vías de tren que une la capital del antiguo imperio inca con el pueblo de Aguas Calientes.
Allí nos preparamos para el inicio de la caminata echándonos bastante protector solar, preparando la mochila con las cinchas que habíamos comprado y adquiriendo sombreros para el sol y algunos que otros víveres que nos aportasen energía en los momentos de cansancio mientras los porteadores y cocineros que nos acompañarían durante los cuatro días siguientes ultimaban los preparativos de todo el material que necesitaríamos a lo largo del camino: tiendas de campaña, carpa-comedor, cocina, mesas, taburetes...
Nosotros íbamos bien servidos con las chocolatinas, barritas energéticas, galletas, patatas y otros snacks que habíamos comprado la noche anterior en una pequeña tienda de abarrotes (los ultramarinos de toda la vida o los "chinos" que tanto abundan ahora por España) cercana al hostel de Cuzco.
Os recomiendo comprar tanto el agua como todo lo anterior en Cuzco, ya que aunque en el camino os encontraréis con varios puestos en los que podréis comprar este tipo de productos durante los dos primeros días, pero los precios ya os podéis hacer una idea de que no son los más baratos del mundo.
Una vez estuvimos todos listos fuimos caminando hasta el puesto de control, dónde nos sellaron el boleto de entrada al camino inca, el pasaporte y nos entregaron los pasajes para el tren de vuelta a Cuzco que utilizaríamos el último día del trekking para volver desde Aguas Calientes.
No sé por qué motivo tuvimos que esperar casi una hora junto a otro grupo para poder acceder, así que mientras tanto aprovechamos para seguir poniendo nombre al resto de senderistas, conocer un poco más a los guías y empezar a disfrutar de los paisajes andinos que nos rodeaban.
Tras esta espera bajo un sol de justicia por fin pudimos recorrer los primeros metros del Camino Inca, que comienza atravesando un puente colgante sobre el río Urubamba.
Desde aquí el camino transcurre junto a la margen izquierda del río por un sendero prácticamente llano que no supone ningún esfuerzo a pesar de encontrarnos ya a 2700 metros de altura. Poco a poco vamos dejando atrás algunas pequeñas construcciones utilizadas por los pastores y agricultores de la zona, pero sin lugar a dudas, una de las imágenes más impactantes de este primer tramo del camino inca es la vista del nevado de la Verónica (5682 m.), que se yergue a nuestras espaldas con su amenazadora cumbre cubierta de nieve recortándose contra el horizonte.
Al frente, una sucesión de cadenas montañosas que dejan intuir varios valles nos muestran más o menos el lugar por el que transcurrirá este primer día de caminata.
Cuando ya llevábamos más o menos la mitad de los casi 10 kilómetros que caminaríamos durante esta primera jornada de trekking, hicimos una parada para comer en una pradera en la que los porteadores ya tenían preparada la carpa-comedor y los cocineros daban los últimos toques a la comida.
Durante esta comida nos presentamos oficialmente todos los miembros del grupo, que estaba formado por las siguientes personas:
- Nuestros tres guías, que eran Rober, Marcia y Percy
- Unos 15 o 20 porteadores que a su vez cocinaban, cargaban con las carpas y tiendas de campaña...
- Una familia de Madrid formada por Ana, Fernando y Paula
- Dos amigas de Euskadi que se llamaban Eneritz y Mirian
- Tres amigos de Argentina, cuyos nombres eran César, Hugo y Alberto
- Chris y su padre Arthur, ambos de Inglaterra
- Dos amigas que venían desde Brasil: Iona y Leti
- Carol, una chica Austriaca que viajaba sola porque su compañera se tuvo que quedar en Cuzco por culpa del mal de altura
- y los cuatro que ya conocéis de este diario de viaje a Perú: Bea, Jesús, Chema y yo
Tras un descanso de aproximadamente 1:30 horas reemprendimos la marcha rodeados por montañas que cada vez parecían elevarse más y más a nuestro alrededor, aunque se podían considerar poca cosa en comparación con las cadenas montañosas que se divisaban a lo lejos...
Mirando hacia atrás podíamos ver todavía parte del camino por el que habíamos pasado tan solo unos minutos antes, y un cielo que amenazaba con pasar por agua el último tramo del recorrido antes de llegar al campamento de este primer día.
Poco después hicimos un alto en el camino para pasear entre las ruinas de la fortaleza de Willkaraqay, dónde se pueden encontrar los restos de almacenes, viviendas y los cimientos de lo que fue una torre de vigilancia.
Desde allí hay unas excelentes vistas de otras ruinas mucho más interesantes situadas al otro lado del valle: Patallacta o Llaqtapata.
En la falda de una montaña situada muy cerca de la confluencia de los ríos Urubamba y Cusichaca, pudimos descubrir un enorme complejo con más de 100 edificios perfectamente organizados en manzanas unidas por calles y callejones en su parte más alta, mientras que a lo largo de una superficie 10 veces mayor situada en los niveles inferiores se pueden observar un buen número de andenerías en las que se cultivaba maíz y otros productos para abastecer tanto a Machu Picchu como a Ollantaytambo.
A partir de este punto el camino comenzó a ascender adentrándose por un valle mucho más estrecho y abrupto moldeado por las aguas del río Cusichaca. De nuevo, la silueta del nevado de la Verónica con sus nieves perpetuas cubriendo toda su cima nos acompañó durante los últimos 45 minutos hasta que llegamos a Hatunchaca, el lugar dónde nuestros porteadores ya estaban preparando las tiendas de campaña y el resto de carpas comunes que formaban el campamento en el que pasaríamos la primera noche.
Aprovechamos para comprar agua en un puesto situado en una zona de casas cercanas mientras nos preparaban la merienda y terminaban de montar todas las tiendas. Os aconsejo comprar las botellas más grandes que vendan y que con ella rellenéis las botellas pequeñas que utilizaréis a lo largo del camino.
Nosotros llevábamos botellas de 1 litro, pero como el primer día no había sido muy duro, todavía conservábamos casi un cuarto del agua con la que comenzamos la jornada.
Después del reparto de tiendas y de asearnos mínimamente con unas toallitas húmedas, nos fuimos a la carpa-comedor para merendar.
Las meriendas de estos campamentos del camino inca consistían en bandejas gigantes de palomitas, galletas y todo tipo de infusiones, siendo la más demandada el té de coca, con el que los síntomas del soroche se hacían mucho más llevaderos.
En este campamento contábamos con un par de baños muy simples formados por un inodoro y un pequeño lavabo, aunque cuando llegamos el cubo que habían puesto para tirar el papel estaba rebosando y el resto del baño bastante sucio. Si sois muy aprensivos con el tema de la limpieza este camino no es para vosotros, porque los días siguientes la cosa empeoraría bastante hasta el punto de recordar estos baños con nostalgia...
Tras varias quejas a nuestros guías, logramos que vaciasen los cubos de papel y limpiasen el suelo para que aquel lugar reuniese unas mínimas condiciones higiénicas.
Rodeados por unas enormes montañas, la luz del sol dejó de iluminar el fondo del valle muy pronto, así que en cuanto anocheció un par de farolillos alimentados por pequeñas bombonas de gas se convirtieron en la única luz que alumbraba la mesa de la carpa-comedor, dónde la mayoría esperamos a que llegasen las 20:00 para ponernos a cenar.
La temperatura comenzó a bajar drásticamente, así que nos pusimos los abrigos y terminamos dando buena cuenta de la cena, en la que nos dieron una sopa de quinua con algún otro ingrediente que mi tripa no toleró muy bien, un segundo plato a base de carne, arroz y patata, y un postre.
Los que quisieron pudieron tomar una nueva infusión para entonar el cuerpo y entrar en calor.
Nada más terminar de cenar y en vista de que no había nada que hacer por allí decidimos irnos a dormir.
El primer tramo del camino había sido sencillo, pero al día siguiente nos esperaba la jornada más dura de todo el inca trail. Antes de acostarnos echamos un último vistazo al cielo estrellado, que poco a poco fue desapareciendo cubierto por un mar de nubes que acabaría soltando una tremenda tormenta sobre nosotros. Había que descansar y recargar pilas. Al día siguiente nos esperaba el paso de Warmiwañusca, también conocido como "El paso de La Mujer Muerta"...
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