Perú: valle del Colca y altiplano arequipeño ~ PhotoViajeros - Los relatos de mis Viajes, Rutas y Escapadas

Perú: valle del Colca y altiplano arequipeño

Este era nuestro quinto día de viaje por tierras peruanas, pero a pesar de todo lo que habíamos visto y vivido en los días anteriores, el cansancio acumulado en los interminables viajes en autobús, y la paliza de trekking hasta llegar al fondo del Cañón del Colca, se nos presentaba una jornada realmente interesante en la que descubriríamos nuevos y espectaculares miradores sobre el cañón, visitaríamos pequeñas poblaciones situadas en el camino de vuelta hacia Arequipa y haríamos algunas paradas para contemplar varios volcanes y rebaños de llamas, alpacas y vicuñas que pastaban plácidamente en unos paisajes de ensueño.
Una vez en Arequipa, descubriríamos la historia de la famosa niña Juanita y haríamos un misterioso recorrido nocturno por el magnífico monasterio de Santa Catalina...

Cañón del Colca

¿Empezamos? pues sigue leyendo para descubrir cómo nos fue en nuestro quinto día de viaje a Perú:


Presupuesto del día (precios verano de 2013):

  • Comida: 5 soles
  • Museo Santuarios Andinos: 10 soles
  • Monasterio de Santa Catalina: 35 soles
  • Cena en Restaurante Zig Zag: 50 soles/persona (aprox.)
  • Taxi de vuelta al hotel: 5 soles(total 4 personas)

Total presupuesto para 1 persona: 101 soles (29€ aproximadamente)
Tasa de cambio utilizada: 1€=3,5 soles

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Este vídeo es una pequeña muestra de los espectaculares paisajes que disfrutamos a lo largo de toda la jornada:


Otro día en el que no descansamos casi nada. A las 4:45 suena el despertador del móvil, nos levantamos, preparamos la mochila y salimos al encuentro del resto del grupo.
A pesar de la hora que es no hace un frío excesivo, pero ahí estamos todos listos y preparados a las 5:00 en punto de la mañana dispuestos a empezar el ascenso hacia Cabanaconde, pero Jonathan, nuestro guía, no aparece por ninguna parte.

Empezamos a buscarle por el comedor, la cocina y otros edificios del complejo, pero parece que estamos nosotros 10 solos.
De repente aparece el porteador que cargará nuestras mochilas en un par de mulas para subirlas hasta Cabanaconde, y unos minutos más tarde asoma un adormecido Jonathan que se limita a decir: "prepárense que nos vamos, me he quedado dormido".

Después de echarle la bronca por no haber cumplido él con el horario que tanto nos había insistido la noche anterior, decidimos ir adelantándonos y comenzar el trekking, ya que no faltaba mucho para el amanecer y temíamos subir con un sol de justicia como el del día anterior.

Eran las 5:30 cuando empezamos a caminar guiados únicamente por la luz de nuestros frontales y bajo un cielo todavía estrellado que ya comenzaba a cambiar hacia las tonalidades más azuladas que preceden al amanecer.

A pesar de equivocarnos de camino durante un rato por culpa de la oscuridad, pronto encontramos el sendero correcto y el grupo comenzó a disgregarse, ya que cada uno iba siguiendo su propio ritmo.

A los 30 minutos de comenzar, Chema y yo nos pusimos en cabeza y no abandonaríamos esta posición hasta el final. La verdad es que nos encontramos muy fuertes en la subida y con el ritmo que nos marcamos lográbamos ir descontando kilómetros hasta la cima sin acumular un excesivo cansancio.
Cuanto menos faltaba para terminar, más constantes eran las paradas para descansar, beber agua y comer alguna barrita energética o un puñado de frutos secos con los que recuperar fuerzas y engañar al estómago hasta la hora del desayuno.

Cañón del Colca

Ya había amanecido y los rayos de sol se acercaban peligrosamente a nuestra posición, así que continuamos el ascenso adelantando a otros caminantes que habían salido antes que nosotros y apartándonos del camino cada vez que un grupo de mulas cargadas con maletas, mochilas y hasta personas que no habían logrado subir por sus propios medios pasaba junto a nosotros. Aquí es el humano el que se tiene que echar a un lado y dejar pasar al ganado si no quiere acabar despeñándose ladera abajo.

Cañón del Colca

Por fin y en tan solo 2:30 horas, Chema y yo cubrimos los 1200 metros de desnivel que hay desde el fondo del cañón hasta el punto que marca el final de la ascensión. Nada que ver con las 3:30 horas, el cansancio y sobre todo el calor que pasamos el día anterior bajando por esos mismos senderos.
Durante los 15 o 30 minutos siguientes fueron llegando el resto, así que aprovechamos para descansar y gastar los restos de comida que habíamos guardado para el ascenso.
Con todo el grupo reunido y feliz por haber superado lo que el día anterior parecía una "subida infernal", inmortalizamos el momento antes de seguir caminando hasta Cabanaconde.

Cañón del Colca

Justo a la entrada del pueblo nos cruzamos con unas niñas muy madrugadoras que acompañaban a su padre para echarle una mano con el rebaño de ovejas de la familia...

Cañón del Colca

...y es que a pesar de ser solo las 8:30 de la mañana, la jornada de trabajo en Cabanaconde hacía ya un buen rato que había comenzado, por lo que no nos resultó muy complicado cruzarnos con varias mujeres ataviadas con las vestimentas típicas peruanas.

Cañón del Colca

Después de desayunar y recuperar nuestras mochilas de viaje nos fuimos a la plaza del pueblo para visitar la iglesia...

Cañón del Colca

...y subir a la van (furgoneta) con la que seguiríamos visitando el valle del Colca durante el resto del día.
Debido a problemas "logísticos", tuvieron que recolocar en nuestra furgoneta a los pasajeros de otra agencia, por lo que nos tuvimos que despedir de las dos chicas francesas y dar la bienvenida al grupo de españoles con los que compartimos parte del descenso el día anterior.

Cañón del Colca

No os penséis que este camión era nuestra van, aunque dimos gracias por no haber contratado con alguna de las agencias que nos propuso viajar en la parte trasera de un camión como este y encima cobrándonos lo mismo que el resto de agencias que te transportan en furgonetas o minibuses. Menudos sinvergüenzas.

El camino de vuelta se hace por los mismos caminos de tierra polvorientos y bacheados del día anterior, así que intentamos aislarnos de los saltos, ruidos y polvo en suspensión mirando por la ventanilla y contemplando los picos nevados de las montañas que franquean el cañón del Colca.

Cañón del Colca

La primera parada se hace en unos miradores situados en una zona del cañón más abierta y tallada por innumerables terrazas de cultivo en las que se siembra papa, maíz, alfalfa y cebada, similares a las que pude ver el año anterior en Longsheng durante mi viaje a China.

Cañón del Colca

Cañón del Colca

A estas alturas de la mañana el sol ya pegaba con fuerza, así que a partir de este momento, y a pesar de estar a unos 3500 metros de altura, pudimos prescindir totalmente de nuestras prendas de abrigo y quedarnos en manga corta. Recordad, en Perú hay que utilizar la técnica de las capas (o técnica de la cebolla) para vestirse.

Cañón del Colca

Pocos minutos más tarde hicimos una nueva parada en otra pequeña población: Maca, dónde te dejan unos 30 minutos para recorrer una calle repleta de puestos de artesanías en los que se pueden probar varias bebidas típicas, unas con alcohol y otras sin alcohol.

Cañón del Colca

Otra visita obligada es la iglesia dedicada a Santa Ana y la cercana Plaza de Armas.

Cañón del Colca

Aquí en Maca nos encontramos con el coche de Google Street View, que estaba recorriendo esta zona de Perú para incorporar el Cañón del Colca a sus mapas callejeros, pero a día de hoy, todavía no han subido las imágenes de esta región peruana.

Continuamos hasta el cercano pueblo de Yanque, dónde nos dieron la opción de entrar en unos baños termales durante una hora (15 soles) o quedarnos en el pueblo.
A excepción del otro grupo de españoles, todos los demás decidimos quedarnos en Yanque porque pensábamos que en una hora no daba tiempo a disfrutar de los baños ni a relajarse en sus aguas termales.

Visitamos la iglesia, que ya habíamos visto la mañana anterior después de comprar los gorros andinos, y después nos fuimos a una tienda cercana para comprar unos refrescos.
Allí preguntamos si había algo más que ver o hacer en el pueblo, y nos comentaron que siguiendo un camino que salía desde la misma Plaza de Armas se podía llegar a un puente colgante que cruzaba sobre el río Colca.
Como no teníamos nada mejor que hacer durante la siguiente hora, decidimos hacer una pequeña excursión, por si el trekking hasta lo más profundo del cañón no había sido suficiente :)

La pareja de canadienses y la de holandeses prefirieron quedarse sentados bajo un árbol en un banco de la Plaza de Armas, así que Bea, Jesús, Chema y yo nos pusimos a caminar rumbo a lo desconocido en busca del "famoso" puente colgante de Yanque.

Cañón del Colca

De camino nos encontramos con dos o tres yanqueños a los que preguntamos si íbamos bien hacia el puente. Todos ellos nos respondieron que sí, y que sólo nos quedaban "cinco minutos no más".
Yo era malo en matemáticas, pero si les preguntas a tres personas distintas cada 5 o 10 minutos, es imposible que siempre queden 5 minutos para llegar al destino. A este concepto tan particular del tiempo que tienen los habitantes de Yanque le bautizamos con el nombre de: "El inquietante caso de los cinco minutos no más".

Tras un agradable paseo de unos 20 minutos llegamos al mirador de Oqolle, dónde nos encontramos con un cartel informativo en el que descubrimos que existe una ruta por las andenerías milenarias del Colca, plagada de ruinas preincas de las culturas Kollawas y Cabanas.

Cañón del Colca

Desde allí mismo se puede ver el puente colgante, por el que vimos cruzar a otros senderistas que volvían de algún trekking por esta zona del Cañón del Colca, aunque lo más interesante son los bancales o terrazas escalonadas en las que los antiguos habitantes de esta región sembraban quinua, papa y maíz.

Cañón del Colca

Con el buen sabor de boca que deja una ruta improvisada rodeados por magníficos paisajes y estas ruinas preincaicas que no esperábamos encontrar, volvimos caminando tranquilamente hasta la Plaza de Armas, dónde nos recogió la furgoneta en la que venía el otro grupo de españoles para seguir la ruta camino de Arequipa.

Cañón del Colca

Después de una mañana llena de visitas, llegó la hora de la comida en Chivay.
La van se detuvo en la puerta de un restaurante turístico de esta localidad, pero ninguno de los que estábamos allí optamos por comer dónde Jonathan nos llevó porque el precio nos parecía excesivo (35 soles (10€)) por un menú bastante normalito y sobre todo, por ser un local pensado por y para los turistas.
A pesar de la insistencia del guía en que nos quedásemos allí y de que no nos daría tiempo a comer en otro lado, decidimos irnos por nuestra cuenta en busca de un lugar donde comer.

Al principio teníamos pensado comer todos juntos en cualquier restaurante local de Chivay, pero al final el otro grupo de españoles se metió en una pollería para comer el pollo a la brasa que nosotros ya habíamos probado el día anterior, así que seguimos buscando 5 minutos más hasta que localizamos un restaurante local a cuyo dueño se le iluminaron los ojos al ver entrar de repente a 8 personas en su humilde local.

El menú consistía en una sopa de pollo de primero y una tomatada de alpaca de segundo. Aunque la comida no fue la más deliciosa del viaje, las raciones fueron bastante generosas. Lo mejor de todo fue que el dinero de la comida se quedó en un restaurante local y que tan solo nos costó 5 soles por persona, algo menos de 2€.

De vuelta a la furgoneta, Jonathan nos miró con cara de "cabrones, por no haber comido dónde os he llevado no me he podido llevar comisión" pero no nos dijo absolutamente nada, aunque el resto del día estuvo más serio de lo normal.

Media hora más tarde hicimos una nueva parada, esta vez para asomarnos al Mirador de los Volcanes, que con sus 4910 metros sobre el nivel del mar se convertiría en el punto más alto de todo nuestro viaje por el sur de Perú.

Cañón del Colca

Desde este lugar se divisa una amplia extensión del altiplano peruano, un terreno en el que predominan las llanuras andinas sobre las que surgen cordilleras de más de 5000 metros de altura salpicadas por volcanes que en algunos casos llegan a superar los 6000 metros, como por ejemplo el Sabancaya (5976m.), el Ampato (6288m.), el Chachani (6057m.) o el Misti (5822m.)

Cañón del Colca

El tiempo disponible para echar un vistazo en este mirador es de unos 15 minutos, algo comprensible por la alta probabilidad de sufrir el mal de altura. Por eso mismo nos pareció increíble encontrarnos algunos puestos de artesanías andinas... ¡y hasta niños de apenas 2 años jugando tranquilamente como si estuviesen en la playa!

Cañón del Colca

Otra de las curiosidades es la enorme cantidad de montículos de piedras apiladas denominados “Apachetas” que han sido depositadas tanto por los lugareños como por los turistas a modo de ofrendas a la Pachamama (Madre Tierra) y los Apus (espíritus que habitan en las montañas).

Cañón del Colca

A pesar de la amenaza del Soroche (mal de altura), a todos nos habría gustado haber pasado más tiempo en este mágico y misterioso lugar, pero pronto retomamos el camino hacia Arequipa.
Como no había prevista ninguna parada más hasta llegar a la Ciudad Blanca muchos acabaron durmiéndose, pero yo no fui capaz de conciliar el sueño porque me sentía incapaz de dejar escapar unos paisajes que por sí solos habrían merecido un viaje en taxi o autobús para contemplarlos.

Cañón del Colca

Inmensas montañas, llanuras interminables, cascadas, lagunas, llamas, alpacas y vicuñas me mantuvieron entretenido durante las 2 horas que duró el viaje desde nuestra última parada en el Mirador de los Andes, un viaje en el que únicamente paramos una vez más al encontrarnos con una numerosa punta (manada) de alpacas.

Cañón del Colca

Para dar por concluida esta excursión de dos días por el Cañón del Colca y el altiplano arequipeño, nada mejor que hacerlo bajo la atenta mirada del Misti (al fondo de la fotografía) mientras bordeamos las laderas del imponente volcán Chachani.

Cañón del Colca

Ya en la ciudad de Arequipa, la furgoneta nos dejó a escasos metros de la puerta del Museo Santuarios Andinos, dónde se exhibe la famosa momia de Juanita, la niña de los hielos, una de las visitas imprescindibles de la ciudad.

Tras despedirnos de los que se habían convertido en nuestros compañeros de viaje durante los dos días anteriores, nos fuimos directamente a las taquillas para ver si teníamos suerte y todavía estaba abierto. Eran las 17:30 y según vimos en un panel de la entrada el horario de apertura era:

  • Lunes a sábado: 09:00 a 18:00 horas
  • Domingo: 09:00 a 15:00 horas

¡Genial! habíamos logrado llegar a tiempo para visitar uno de los principales museos de Arequipa.

El precio de la entrada normal es de 20 soles, y tan solo 10 soles en el caso de estudiantes y niños.

No dejan acceder con mochilas, cámaras o videocámaras, pero hay unas taquillas (incluidas en el precio) en las que se puede dejar todo.
La entrada incluye la proyección de un vídeo explicativo y a continuación una visita guiada, pero como nosotros llegamos por los pelos a la última de las visitas guiadas del día no teníamos sitio en la sala de proyecciones, así que junto a otra familia de peruanos formada por dos niños de unos 12 años y sus padres nos fuimos con una guía para realizar primero la visita guiada, dejando para el final el vídeo explicativo.

Sin querer habíamos conseguido una visita casi privada para 8 personas en lugar de hacerla en un grupo de hasta 30 personas. ¡Qué suerte!
Las explicaciones de nuestra guía sobre cada uno de los objetos cerámicos, textiles y metálicos expuestos en las salas fueron muy interesantes, permitiéndonos conocer a través de ellos algunos de los principales aspectos de la cultura inca, como el ritual del Capac Cocha o las ofrendas a los Apus y la Pachamama.

La última sala que se visita es la que alberga el famoso cuerpo congelado (que no momificado) de la niña Juanita.

La historia de Juanita es la de una niña de entre 12 y 14 años que fue sacrificada en tiempos del Inca Yupanqui para calmar a los Apus, ya que hay constancia de que por esa época hubo una fuerte erupción del volcán Misti que arrasó gran parte de Arequipa y sus alrededores.
En esta época los sacrificios humanos para calmar a los dioses eran habituales e incluso se consideraba un honor reservado a los más jóvenes de las clases altas, por eso Juanita emprendió voluntariamente y con orgullo el duro ascenso que la llevaría hasta los nevados del Ampato, dónde un certero golpe en la cabeza acabó con su vida.

No se sabe si la ofrenda de Juanita a los Apus surgió efecto, pero lo que está claro es que su hallazgo 500 años después supuso toda una revolución en el mundo científico y arqueológico gracias a su excelente estado de conservación y a todo el material ceremonial que se encontró junto a ella.

Hoy en día se la puede ver en el interior de una urna de cristal que recrea las condiciones que permitieron su conservación en los nevados del Ampato durante siglos, unas condiciones que propiciaron una momificación natural que ha permitido mantener intactos el cabello, la piel y todos sus órganos internos.

Nota: A la hora de planificar la visita a este museo hay que tener en cuenta que la momia de Juanita no se puede ver siempre, ya que hay periodos en los que la someten a diversos trabajos de conservación.

Después de esta educativa visita nos fuimos al hotel para ducharnos y cambiarnos de ropa antes de volver a las calles de Arequipa, esta vez para realizar una interesante visita al Monasterio de Santa Catalina, una ciudadela religiosa ubicada en el corazón de la Ciudad Blanca.

Estamos ante uno de los principales monumentos coloniales no solo de Arequipa, sino de todo el Perú.
Desde su construcción en 1579 y hasta la actualidad han habitado en sus más de 20.000 metros cuadrados centenares de monjas de clausura, todas ellas mujeres criollas, mestizas y hasta hijas de curacas, a las que acompañaban otras “monjas pobres” que a pesar de no abrazar la vida religiosa se internaban en el convento para servir como criadas de las "monjas ricas".

Monasterio de Santa Catalina

Se habla de que en los momentos de máximo esplendor hasta 450 mujeres habitaban tras sus enormes muros de 4 metros de altura apartadas del mundo y ajenas a todo lo que ocurría fuera del convento.

Gran parte del encanto de este monasterio se encuentra en sus intrincadas callejuelas y las casas de las propias monjas, muy alejadas de las típicas celdas en las que suelen habitar las monjas de clausura, y es que durante el fuerte terremoto que asoló Arequipa a finales del siglo XVI gran parte del complejo fue arrasado, pero al ser éste un monasterio de clausura, tuvieron que ser las propias monjas quienes se hicieron cargo de las reparaciones, por lo que cada una reconstruyó y decoró su propia celda según sus preferencias.

Con el paso de los años, todo lo que sucedía dentro del convento siempre estuvo envuelto en un halo de misterio del que surgieron numerosas leyendas e historias fantásticas, pero en 1970 el monasterio abrió las puertas al público permitiendo descubrir, 400 años después de su creación, toda una fortaleza plagada de patios y callejones que había evolucionado junto con la ciudad que la rodeaba pero de la que poco o nada se sabía.

Monasterio de Santa Catalina

Nosotros hicimos la visita nocturna, y este es el horario que recomendaría una y mil veces a quien me preguntase si merece la pena visitar el Monasterio de Santa Catalina de Siena por la noche.

Nada más cruzar las puertas del convento te trasladas a la Edad Media. Un silencio casi sepulcral recorre un laberinto de calles con nombres de ciudades españolas: Sevilla, Toledo, Burgos... que se encuentran iluminadas por faroles anclados a fachadas pintadas en tonos blancos, azulados y rojizos en las que también se pueden ver multitud de plantas adornando la ciudadela.

Monasterio de Santa Catalina

Al doblar cada esquina te encuentras con patios, fuentes o claustros...

Monasterio de Santa Catalina

Monasterio de Santa Catalina

...aunque no es lo más sorprendente que nos podemos encontrar en este recinto, ya que todas las casas-celdas de la zona abierta al público se pueden visitar.

Cada una de las casas está únicamente iluminada por tres o cuatro velas, lo que confiere un ambiente misterioso y en cierto modo algo tétrico.
Allí pudimos comprobar a la luz de las velas como muchas de las celdas estaban formadas por varias habitaciones y contaban con su propia cocina, baño, patio e incluso con capillas particulares.
En todas ellas se conserva la decoración, los muebles y gran parte de los objetos que en su día pertenecieron a estas monjas de clausura que vivieron rodeadas de lujo.

Hay otras zonas comunes que también son muy interesantes para visitar, como por ejemplo la cocina y el comedor...

Monasterio de Santa Catalina

...los huertos, el cementerio, la iglesia, la pinacoteca o la lavandería, dónde se pueden ver estas medias tinajas unidas por un canal central por el que se distribuía el agua a cada una de ellas.

Monasterio de Santa Catalina

Nosotros pasamos casi 2 horas recorriendo cada rincón de la ciudadela prácticamente solos, y es que en todo el recorrido únicamente nos cruzamos con unas 10 personas, así que ya os podéis imaginar el tamaño de este magnífico Convento de Santa Catalina.

Horario de visitas:

  • Lunes, miércoles, viernes, sábados y domingos: 8:00 a 17:00
  • Martes y jueves: 8:00 a 20:00

Precio de la entrada: 35 soles (10€ aprox.)

Si queréis más información sobre el monasterio no dejéis de visitar su web oficial: http://www.santacatalina.org.pe/

Para terminar el día nos fuimos caminando hasta uno de los restaurantes más famosos de Arequipa, el Zigzag.
Está especializado en la cocina alpandina, que fusiona diversas técnicas tradicionales con otras más innovadoras para elaborar platos cuyos ingredientes principales son los más típicos del Perú.
Yo me pedí uno de sus platos estrella, la trilogía de carnes, que incluye tres trozos de diferentes carnes cocinadas a la piedra identificadas con una banderita: alpaca, res y avestruz, todo ello acompañado de un ratatouille, media patata asada y hasta cuatro salsas. Buenísimo, se me hace la boca agua solo de recordarlo.

Zigzag Arequipa

Este restaurante se encuentra a pocas cuadras de la Plaza de Armas, concretamente en la calle Zela 210 frente a la plaza y el convento de San Francisco.
El precio es algo caro para ser Perú, unos 50 soles por persona (13€ aprox.), pero de vez en cuando merece la pena darse algún homenaje culinario ¿no?

Con el estómago lleno y el cuerpo entero pidiéndonos a gritos irnos a descansar, estuvimos echando un vistazo a la fachada iluminada del convento de San Francisco mientras esperábamos al taxi (5 soles/4 personas) que nos habían pedido desde el restaurante.

Convento de San Francisco Arequipa

Esta era nuestra última noche en Arequipa. Al día siguiente nuestro recorrido por el sur de Perú nos llevaría hasta Puno, una nueva ciudad situada a orillas del Titicaca, el lago navegable más alto del mundo...


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