Diario de un viaje a China: las terrazas de arroz de Longsheng ~ PhotoViajeros - Los relatos de mis Viajes, Rutas y Escapadas

Diario de un viaje a China: las terrazas de arroz de Longsheng

Amanece el noveno día de viaje en Guilin. Hoy pasaremos la mayor parte del día visitando las espectaculares terrazas de arroz de Longsheng, uno de esos lugares que nada más descubrirlo en algún documental o en una película te apetece disfrutar en persona.
Si el itinerario de tu viaje a China pasa por esta zona, los arrozales de Longji son una visita totalmente recomendable si quieres disfrutar de paisajes como este:

Terrazas de arroz de Longsheng

Sigue leyendo para leer el relato completo de este noveno día de viaje a China...


Tal y como acordamos el día anterior, nada más terminar de desayunar en la terraza de las ratas (que a esta temprana hora de la mañana estarían descansando después de la ajetreada noche que habían pasado), la que iba a ser nuestra guía particular durante todo el día nos vino a buscar para llevarnos hasta la furgoneta que nos estaba esperando en la puerta.

Desde Guilin son 2 horas de viaje aproximadamente por una carretera de doble sentido en la que os podéis dormir tranquilamente durante la primera hora porque el paisaje no es muy interesante, pero a partir de ese momento, justo cuando la carretera empieza a serpentear entre montañas y valles a medida que vamos ganando altura, el paisaje rural y la naturaleza se convierten en los auténticos protagonistas.

Hacemos una primera parada en la aldea de Huang Luo, hogar de la minoría étnica Yao, que está situada en un entorno de naturaleza exuberante junto al río y rodeada por montañas y bosques.

Terrazas de arroz de Longsheng

Visitamos una de las casas típicas de los Yao, pero decidimos no asistir a una actividad no incluida en el precio que consistía en pasar una hora metidos en un pabellón de madera para ver bailes típicos y una explicación de los distintos tipos de peinado de las mujeres de esta minoría étnica.
Nuestra guía nos contó que para las mujeres Yao el pelo es símbolo de riqueza, por lo que únicamente se lo cortan una vez en la vida al cumplir los 16 años, así que no es nada raro encontrar mujeres con largas melenas de hasta 2 metros de largo que normalmente llevan recogidas sobre la cabeza.

Aprovechamos que el resto de turistas que habían llegado a la vez que nosotros estaban en el pabellón para pasear por la aldea a nuestro aire y mirar con calma los artículos de los puestos callejeros, dónde algunas de las mujeres Yao vendían coloridos pañuelos y pashminas.

Terrazas de arroz de Longsheng

Tras un agradable paseo y alguna que otra compra, cruzamos un puente de madera sobre el río para subir de nuevo al autobús y seguir rumbo a la aldea de Ping'an.

Terrazas de arroz de Longsheng

Este fue un trayecto bastante corto, así que en pocos minutos nos bajamos del autobús para comenzar la subida hacia Ping'an entre las primeras terrazas de arroz.

Terrazas de arroz de Longsheng

En este primer tramo nos encontramos con bastantes tiendas y con algo que nos pareció bastante indignante.
Por un puñado de yuanes te puedes sentir como el rey Jerjes en la película de 300 y subirte en una silla porteada por 2 o 4 personas que tendrán que soportar tu peso mientras suben por las cuestas y escaleras de esta aldea.
Únicamente vimos a dos personas que contrataron este servicio, pero uno de ellos era un turista bastante gordo que iba sentado tan pancho mientras cuatro chinos pequeñines las pasaban canutas para satisfacer los caprichos de un tipo al que probablemente le sobraba el dinero y le faltaban escrúpulos.

Tras alguna mirada despectiva hacia este tipo, seguimos nuestro camino atravesando más tiendas y puestos improvisados que aparecían en cualquier lugar del recorrido hacia Ping'an.

Terrazas de arroz de Longsheng

Después de algunas explicaciones sobre los arrozales y el modo de vida de los habitantes de Ping'an, nuestra guía nos dice que sería buena idea aprovechar para comer antes de que se llenen los restaurantes con los turistas que tienen incluida la comida en el precio de la excursión.

Entramos a comer en un sitio que nos recomienda la guía y que no es demasiado caro. Pedimos varias raciones de arroz cocinado en bambú, la especialidad local, pero me parece que al único que le gustó fue a mí, así que me puse morado jeje.
Además de estas raciones cocinadas en bambú pedimos varios platos de verduras con ternera, pollo y otras carnes inidentificables pero que estaban bastante ricos.

Nada más terminar de comer nos dirigimos al centro de Ping'an, dónde pudimos contemplar decenas de casas de madera construidas de manera anárquica sobre pilares de madera en la ladera de la montaña.
En este punto la guía nos indica que tenemos una hora para subir hasta el mirador situado en lo alto de la aldea y dar una vuelta por los alrededores, pero después de una charla con ella en la que le dijimos que habíamos pagado para tener más tiempo y pasear a nuestro aire por las terrazas, conseguimos otra hora extra.

A partir de este momento nosotros decidíamos el camino, así que empezamos a subir en dirección al mirador que nos había dicho la guía y que estaba situado en la zona más alta de Ping'an.
A medida que íbamos ganando altura mientras subíamos por las rampas de tierra y escaleras de esta aldea enclavada en medio de las terrazas de Longji, las casas y restaurantes parecían dejar paso a los auténticos protagonistas, los impresionantes paisajes de arrozales escalonados que se perdían de vista en todas direcciones y que rodeaban completamente la población.

Terrazas de arroz de Longsheng

Hay varios miradores en los que las vistas sobre las terrazas obligan a detenerse y sentarse para disfrutar con calma de esta grandiosa obra de ingeniería que tiene más de 700 años y que permite la irrigación de todas estas terrazas gracias a un sistema de canales que desarrolló la población de la etnia Zhuang al modelar las montañas en forma de terrazas de manera que se inundasen de agua y así poder cultivar el arroz.

Terrazas de arroz de Longsheng

En este tramo de la caminata coincidimos con una familia alemana que según nos contó estaba de escala en China durante una semana pero que se dirigían de vacaciones a Australia, dónde iban a pasar casi un mes.
Vaya tela, lo que para nosotros era una semana del viaje, para esta familia era tan solo una escala en el viaje a su destino final de vacaciones, Australia.

Terrazas de arroz de Longsheng

Al llegar arriba del todo nos encontramos con bastante aglomeración de gente, pero merece la pena llegar hasta aquí y disfrutar de unas vistas de casi 360º de todos los arrozales.

Terrazas de arroz de Longsheng

En este vídeo podéis ver algunos de los paisajes que ofrecen estos miradores:


Desde este lugar divisamos otro mirador a nuestra izquierda, así que en 2 minutos nos organizamos y empezamos a caminar hacia ese nuevo objetivo situado en uno de los extremos de las terrazas.

Terrazas de arroz de Longsheng

En menos de 5 minutos dejamos atrás las últimas casas de Ping'an y los grupos de turistas de las excursiones organizadas mientras avanzábamos por un estrecho camino de tierra que hacía de límite entre las terrazas de arroz y los frondosos bosques que poblaban la zona superior de las montañas.

Terrazas de arroz de Longsheng

Según nos alejábamos de la aldea el cielo comenzó a despejarse y los rayos de sol empezaron a bañar las colinas moldeadas durante generaciones por las manos de campesinos chinos que siembran, cuidan y recolectan el arroz, uno de los pilares básicos en la gastronomía China.

Terrazas de arroz de Longsheng

Terrazas de arroz de Longsheng

En la época que fuimos nosotros, a finales de Julio, los arrozales muestran su colorido verde más intenso, y no es muy difícil contemplar la planta del arroz en distintas alturas dependiendo del tiempo que quede para su recolección.

Terrazas de arroz de Longsheng

Una de las pocas personas que nos encontramos en nuestro paseo por las terrazas fue esta mujer que vendía algunos artículos en una destartalada cabaña de madera en mitad de la nada.
Estuvimos un rato con ella mientras preparaba la comida. No sabemos si su marido estaba trabajando en las terrazas e iría a comer o si estaba preparando comida para ella sola, lo único que sabemos es que provocó una de las anécdotas más graciosas del viaje.
Una ráfaga de aire apagó la lumbre sobre la que tenía puesta una pequeña cacerola, así que le ofrecimos un mechero para que volviese a encender el fuego.
En cuanto tuvo la cocina en funcionamiento nos devolvió el mechero, pero le dijimos que se lo quedase, que era un regalo.
La mujer insistió mil y una veces en devolvernos el mechero, pero al final conseguimos convencerla de que se lo quedase a cambio de que se hiciese una foto con nosotros.

Terrazas de arroz de Longsheng

Incluso al irnos seguía con el mechero en la mano haciendo la señal de que nos lo llevásemos, así que desde ese momento nos montamos una historia de que esa mujer era la pirómana del pueblo y que la habían desterrado a este lugar alejado de Ping'an para que no pudiese conseguir un mechero o cualquier otra manera de hacer fuego.

Terrazas de arroz de Longsheng

Mientras nos alejábamos íbamos riéndonos pensando que esa misma noche aparecería en las noticias que los arrozales del espinazo del dragón habían ardido por los cuatro costados y que la autora era una mujer a la que unos turistas españoles habían regalado un mechero, lo que nos convertiría en cómplices de la desaparición de uno de los paisajes más típicos de toda China.

Al final no pasó nada, la mujer china sigue saludando a los turistas y viajeros que se adentran por esos caminos alejados del pueblo y ninguno de estos cinco españoles (más el que está detrás de la cámara) fueron declarados "persona non grata" en los arrozales de Longsheng...

Terrazas de arroz de Longsheng

Eran ya las 15:00 horas y el sol, a pesar de estar nublado, hacía que el calor fuese bastante intenso, así que al llegar al mirador desde el que volveríamos hacia Ping'an nos aprovisionamos de agua y helados de melocotón en un puesto de helados que nos encontramos allí mismo.


Aprovechamos para descansar y huir un poco del sol durante los 15 minutos que pasamos contemplando las terrazas de arroz de Longji con la aldea de Ping'an al fondo sentados en unos bancos situados a la sombra del chamizo de madera que acogía el mirador.

Terrazas de arroz de Longsheng

El último tramo de esta caminata lo realizamos por senderos de piedra situados entre los arrozales, dónde pudimos comprobar como el agua que inunda las terrazas conseguía mitigar en parte el calor que hacía en el mirador situado en lo alto de la colina del que veníamos.

Terrazas de arroz de Longsheng

No tardamos mucho en llegar a las primeras casas de Ping'an...

Terrazas de arroz de Longsheng

...pero antes de seguir subimos a una pequeña colina situada a la entrada del pueblo desde dónde se pueden ver todas las casas de madera con sus característicos tejados a dos aguas rodeadas por inmensas terrazas de arroz a las que no les quedaba mucho tiempo para ser recolectadas.

Terrazas de arroz de Longsheng

En una de las primeras planificaciones del viaje a China habíamos pensado pasar la noche en Ping'an y hacer varias rutas por los arrozales y pueblos cercanos, pero al final el tiempo lo íbamos a tener muy justo y hubiésemos tenido que sacrificar otra visita, así que decidimos descartar esta opción.
Debe ser una gozada despertarse por la mañana, abrir la ventana y encontrarse este paisaje a tus pies, así que si tenéis la oportunidad de hacer noche en Ping'an, pasear por el pueblo o los arrozales sin tantos turistas y contemplar el amanecer o el anochecer sobre las terrazas de Longsheng no lo dudéis ni un sólo minuto porque seguro que no os defraudará.

Terrazas de arroz de Longsheng

La última media hora en Ping'an la dedicamos a pasear sin rumbo por las callejuelas, puentes, escaleras y rampas de esta pintoresca aldea, pero también a cotillear en los numerosos puestos situados junto al pequeño aparcamiento dónde nuestra guía y el autobús nos esperaban para volver hacia Guilin.

El viaje de vuelta lo hicimos durmiendo, así que las dos horas de trayecto pasaron volando y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos en la puerta de nuestro hostel.

Aprovechamos para cambiar las maletas de la habitación del sótano en la que habíamos pasado la noche anterior a nuestra nueva habitación con aire acondicionado y situada en la tercera planta del hotel, lejos de las ratas luchadoras.
Nos dimos una ducha y descansamos un rato antes de echarnos de nuevo a las calles de Guilin para pasear por la zona del lago Shan Hu y volver a contemplar las pagodas del sol y la luna iluminadas.
Al pasar por una de las taquillas del famoso tour en barco conocido como 2 ríos y 4 lagos preguntamos precios. Nada más y nada menos que 150 yuanes (18€) por navegar en un catamarán acristalado con capacidad para 30 personas que realizaba este recorrido en unos 90 minutos.

Tras sopesarlo durante un rato, sólo 3 de nosotros acabamos realizando el tour con el barco, mientras que los otros 3 se fueron al mercadillo en el que habíamos estado el día anterior.
La verdad es que me parece bastante caro para lo que es, sobre todo si lo comparamos con lo que nos costó la excursión hasta las terrazas de arroz que hicimos por la mañana, pero como se suele decir en estos casos: from lost to the river.

Ahí nos montamos Bea, Jesús y yo junto a una familia china con la que compartíamos mesa. Éramos los únicos extranjeros en el barco, así que toda la explicación la tuvimos que escuchar en chino.
A los pocos minutos de empezar el recorrido, el chico que iba sentado frente a nosotros junto con su mujer y una niña pequeña empezó a traducirnos al inglés algunas de las explicaciones que daba la guía del barco.
Al final acabamos contándonos nuestras vidas. Nosotros le hablamos del viaje que estábamos haciendo, que éramos españoles y poco más, pero él nos contó que estaba de visita con su mujer en Guilin para ver a su familia y que había ido con su hermana pequeña (que era la niña que viajaba con ellos) para que hiciese el recorrido en barco por los 2 ríos y 4 lagos.

El catamarán pasa junto a las pagodas del sol y la luna, cruza bajo algunas réplicas de puentes europeos como por ejemplo el puente de las cadenas de Budapest, y hace pequeñas paradas para que podamos ver algunos espectáculos de danza o canciones tradicionales chinas.

Pagodas del sol y la luna Guilin

Algunas de estas actuaciones eran un poco surrealistas, y es que de repente al pasar junto a un escenario vacío situado en las orillas del río, empezaba a sonar la música y a salir gente de todas partes para realizar su número. Nada más terminar, la música se detenía y los artistas se quedaban charlando a la espera del siguiente barco.
Si alguno ha estado en Madrid por navidad, estos espectáculos son muy parecidos al cortilandia que montan en la parte trasera del Corte Inglés de Preciados pero con personas de verdad.

Exceptuando algunas de estas actuaciones, el recorrido es bastante chulo, con numerosos edificios y montañas kársticas iluminados por luces de colores y neones.

Antes de terminar el recorrido en barco le pedimos a nuestros compañeros chinos de viaje que nos recomendasen algún lugar para cenar. Fueron tan majos que nos acompañaron andando hasta la puerta del restaurante durante casi 20 minutos en los que seguimos charlando con ellos.
Durante este paseo descubrimos que su mujer, que había estado callada casi todo el tiempo, era profesora de inglés, y que el chaval que hablaba con nosotros estaba intentando aprender la lengua de Shakespeare y aprovechaba cualquier oportunidad de hablar con un extranjero para practicar.
Localizado un restaurante para cenar nos despedimos de nuestros anfitriones chinos y nos fuimos al mercadillo para dar una pequeña vuelta y reunirnos con Sara, Lucía y Rodo, pero mientras íbamos caminando Bea recibió una llamada de Vanesa, esa amiga suya con la que ya habíamos coincidido en Pekín y Pingyao.
Le dijeron que estaban en Guilin, así que decidimos ir a cenar todos juntos y contarnos las batallitas de nuestros respectivos viajes, pero como para ir hasta el restaurante que nos habían recomendado los chinos del barco había que andar un buen rato y no sabíamos cómo explicarle a Vanesa dónde estaba, quedamos en la plaza principal.

Al final nos reunimos los ocho en un restaurante de la plaza dónde pasamos más de dos horas charlando y contándonos todos los detalles de estos últimos días de viaje.
Vanesa y Roberto hacían la excursión a las terrazas de arroz al día siguiente, así que les vacilamos un poco contándoles la historia de la mujer pirómana y les recomendamos que no fuesen porque iba a estar todo quemado y no iban a ver nada.
Cuando les contamos el origen de esta historia inventada de mecheros, pirómanos y destierros, nos echamos unas risas y dimos por terminada la cena. Nos despedimos de nuestros compañeros temporales de viaje y nos fuimos caminando hacia el hotel.

Era la última noche que pasábamos en Guilin porque al día siguiente haríamos el trayecto en barco hasta Yangshuo por el río Li, así que enchufamos el aire acondicionado y pronto caímos en un profundo sueño que ningún ruido de ratas peleándose en la ventana consiguió interrumpir en toda la noche...

4 comentarios:

Un día en el polo dijo...

Qué maravilla! Genial el post y las fotos! Esperamos que la china pirómana no haya liado alguna de aquí a unas semanas jajaja

photoviajeros dijo...

Gracias por el comentario! Si veis a nuestra amiga la china pirómana dale recuerdos de mi parte jajaja.

Laura dijo...

Jajajaja me he reído mucho con la mujer pirómana y lo del Corte Inglés! Genial el post!

photoviajeros dijo...

Las anécdotas en China son bastante surrealistas en general, pero en el caso de la mujer pirómana, la historia que nos montamos fue igual de surrealista jejeje. Gracias por tu comentario Laura!

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