Esta impresionante fortificación junto con otras, formaba parte de una invisible línea defensiva que iba desde Aqaba (al sur de Jordania) hasta Turquía y que servía para vigilar y defender las importantes rutas comerciales procedentes de Egipto y la península Arábiga rumbo a Siria y Turquía.
El castillo de Karak en Jordania junto a la Fortaleza de los Caballeros (o Krac des Chevaliers) y Qal'at Salah El-Din (o fortaleza de Saladino) en Siria, son las tres fortalezas más importantes y mejor conservadas de la época de las cruzadas en todo Oriente Medio.
Tal y como está la situación actualmente en Siria, parece que la visita a Karak es la única recomendable, ya que además la Fortaleza de los Caballeros de Siria ha sufrido importantes daños por culpa de los combates y bombardeos sufridos desde el comienzo de la guerra civil que asola el país desde 2011.
La ciudad fortificada de Karak se construyó sobre los restos de una antigua ciudad moabita que data del año 850 a.C. en lo alto de una meseta triangular que se eleva a 900 metros de altura sobre el nivel del mar, lo que permitía a los cruzados controlar los valles cercanos y vigilar las importantes rutas comerciales que pasaban por la zona.
Para ello, a mediados del siglo XII el gobernador feudal Payen le Bouteiller ordenó construir el castillo sobre un promontorio al sur del recinto amurallado que permitiese defender Tierra Santa de los infieles, pero tan solo unos años después de su construcción, el castillo pasó a manos de Reinaldo de Châtillon, un personaje que ha pasado a la historia por su temeridad y barbarie.
Éste convirtió la fortaleza de Karak en el punto de partida para todas sus expediciones e incursiones militares hacia tierras árabes, convirtiéndolo en un enclave estratégico desde el que controlaba todas las rutas que iban hacia La Meca desde Egipto y Siria.
Tras años de saqueos, asaltos y matanzas indiscriminadas e incluso algún intento de atacar La Meca, a Saladino se le terminó la paciencia y ordenó sitiar el castillo de Karak y asediar el reino cruzado en respuesta a los ataques de Reinaldo. Lo intentó hasta en tres ocasiones sin resultado, pero finalmente, en 1187 lo logró tras vencer en la batalla de Hattin y decapitar a Reinaldo de Châtillon con sus propias manos. Dos años más tarde, Saladino logró tomar la ciudad de Karak por la fuerza y se hizo con el control de su fortaleza.
Desde ese momento el castillo no volvería a manos cristianas y permanecería bajo dominio musulmán por los siglos de los siglos, aunque eso no le libró de sufrir nuevas incursiones debido a las disputas existentes entre las diversas facciones musulmanas.
Como no todo iba a ser malo en la historia de Karak, bajo el reinado de las dinastías ayubís y de los primeros sultanes mamelucos, tanto el castillo como las fortificaciones de la ciudad sufrieron importantes reformas con las que se reforzaron sus defensas y que terminaron de darle el aspecto que prácticamente ha conservado hasta el día de hoy.
Tras esta reseña histórica con la que he tratado de haceros comprender la importancia del castillo de Karak, os cuento como fue mi visita a las entrañas de esta fortaleza cruzada.
Justo antes de cruzar el puente de madera que nos permite salvar el profundo foso, hay un cartel en el que se cuenta la historia del castillo, pero como ya la habéis leído aquí, podéis cruzar el puente para comenzar la visita.
Éste es un castillo de enormes dimensiones que mide 220 metros de largo y 125 metros de ancho en el extremo norte, aunque se estrecha hasta los 40 metros de ancho al sur.
Aunque a primera vista esta fortaleza parezca que no tiene un gran interés por lo que se puede ver en sus niveles superiores...
...no os desaniméis porque lo mejor está por llegar, así que antes de comenzar la exploración de los niveles inferiores, os recomiendo caminar por toda la zona y contemplar las vistas de los valles y colinas cercanos desde este enclave privilegiado.
Teniendo en cuenta la cruel historia de muertes, batallas y venganzas que ha sufrido el castillo a lo largo de los siglos, creo que se conserva bastante bien, y eso se puede comprobar en cuanto descendemos el primer tramo de escaleras y nos adentramos en uno de los primeros niveles de pasadizos, galerías y salones.
A partir de este momento no hay mapa que valga ni recorrido establecido que seguir y toca guiarse por el espíritu aventurero y las ganas de explorar que tengamos. Bueno, por eso y por una buena linterna, porque en algunas zonas no pudimos adentrarnos mucho más al no tener más luz que la de nuestros teléfonos, y eso realmente no sirve para mucho si queremos meternos por pasadizos sin fin de los que parten nuevos corredores subterráneos que se adentran en las entrañas de la montaña y que conducen a niveles inferiores y a nuevos salones en los que no existe ni una mísera ventana que ilumine aunque sea de manera tenue esa negrura tan profunda.
No nos costó imaginarnos a sus habitantes caminando por aquel lugar con la única ayuda de una antorcha rumbo a las mazmorras o a las habitaciones y salas construidas en el centro de la fortaleza, que llegó a albergar incluso una mezquita y una pequeña iglesia.
Durante casi una hora estuvimos explorando todo lo que pudimos completamente solos y sin cruzarnos con apenas dos o tres personas, encontrándonos algunos vestigios de la época de las cruzadas como este rosetón perdido en algún corredor subterráneo de Karak.
Al volver a las salas superiores, los rayos de sol proyectaban una potente luz que se colaba desde el exterior a través de un agujero del techo, devolviéndonos al presente y convirtiéndose en el colofón perfecto para este viaje al pasado del que acabábamos de regresar.
Antes de abandonar la inmensa fortaleza de Qal’at al-Karak bajamos una grandiosa escalinata exterior situada en la cara oeste del castillo con la intención de visitar su museo, pero nos encontramos con las puertas cerradas, aunque por lo menos pudimos comprobar los dos tipos de bloques de caliza con los que se edificó el castillo.
Los bloques más toscos fueron utilizados por los cruzados franceses, mientras que los bloques musulmanes eran más elaborados y ajustaban perfectamente entre sí.
Los viajeros más cinéfilos recordarán que parte de la trama de la película “El Reino de los Cielos” de Ridley Scott gira en torno a este castillo, aunque la verdad es que cuesta reconocerlo en la película porque no se parece en nada a la fortaleza real.
Organiza tu visita:
- Horario de verano: abre todos los días de 8:00 a 19:00
- Horario de invierno: abre todos los días de 8:00 a 16:00
- Duración de la visita: 1 hora
- Entrada al Castillo de Karak (año 2014): 1 JOD (1,25€ aprox.)
- Cómo llegar: Esta visita se suele realizar mientras bajamos en dirección a Petra y el Wadi Rum desde Amman, así que se aprovecha el taxi o el coche de alquiler (con o sin conductor) que hayamos contratado y se tardan aproximadamente 2 horas desde la capital.
2 comentarios:
Debido al mal estado de este tipo de fortalezas, para el rodaje de "El reino de los cielos", se eligió el magnifico Castillo de Loarre, en Huesca, por su impecable estado de conservación. Saludos.
Muchas gracias por el dato, muy interesante. Lo cierto es que en España contamos con un buen número de Castillos en excelente estado de conservación. Saludos!
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