Nos quedaba por delante una jornada en la que nos despediríamos de Aurelia y la isla de Amantaní antes de comenzar la visita a la cercana isla de Taquile.
Por la tarde, y tras un viaje de 3 horas en barco, regresaríamos a Puno, dónde contratamos un taxi para ir a visitar las Chullpas de Sillustani, unas impresionantes tumbas verticales pertenecientes a la cultura Kolla.
A continuación el relato completo de nuestro octavo día de viaje por el Sur de Perú...
Presupuesto del día (precios verano de 2013):
- Pago de la estancia en Amantaní a Aurelia: 40 soles
- Entrada a la isla de Taquile: 8 soles
- Taxi a Sillustani: 64 soles (total 4 personas)
- Empanada de pollo: 2,5 soles
- Entrada al sitio arqueológico de Sillustani: 10 soles
- Figura Tumi: 5 soles
- Cena + Pisco Sour: 109 soles (total 4 personas)
Total presupuesto para 1 persona: 109 soles (31€ aproximadamente)
Tasa de cambio utilizada: 1€=3,5 soles
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Por primera vez en todo el viaje pudimos dormir más de 6 o 7 horas seguidas, y es que a pesar de contar con un generador eléctrico en casa de Aurelia, a eso de las 22:00 de la noche del día anterior éste dejó de funcionar, por lo que desde esa hora ya no había nada mejor que ver ni hacer en Amantaní, así que optamos por irnos a dormir y aprovechar para recuperar algunas de las horas de sueño perdidas los días anteriores.
A las 7:00 de la mañana nos levantamos, y cuando bajamos al comedor Aurelia ya nos tenía preparado el desayuno. Allí, con el Titicaca de fondo y los primeros rayos de sol del día colándose por la ventana, pasamos los últimos minutos con nuestra entrañable anfitriona.
Antes de despedirnos le pagamos nuestra estancia en su casa. Aunque nos habían dicho que teníamos que pagar 30 soles por persona, decidimos darle 40 soles cada uno para así intentar ayudar tanto a Aurelia como a su familia a lograr el sueño de que su marido no tuviese que alejarse durante tanto tiempo de su casa y su familia.
Además, Bea y Jesús le dieron toda la ropa que habían comprado en Arequipa para suplir a la que habían "perdido" en la mochila que estuvo 3 o 4 días dando tumbos por medio mundo.
Agradecida, nos dijo que le venía muy bien y que la repartiría entre todos los miembros de su familia.
Por mi parte, le comenté que tenía un blog en el que contaba todas mis experiencias viajeras y que hablaría de ella y su familia para que la gente supiese de la existencia de otra manera de pasar un día en Amantaní al margen de las agencias y cuyos beneficios repercutían directamente en los habitantes de la isla.
Como lo prometido es deuda, aunque haya pasado algún tiempo aquí está el relato de nuestra experiencia de dos días en Amantaní y con la familia de Aurelia.
El patrón del barco en el que llegamos desde Puno y con el que seguiríamos el recorrido por el lago Titicaca durante esta segunda jornada nos apuntó en un papel tanto sus datos de contacto como los de la familia de Aurelia, así que a continuación os los dejo por si alguno quiere contactar directamente con ellos para organizar su estancia de 1, 2 o más días en la isla de Amantaní:
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Familia Fernando Calsin (marido de Aurelia)
Aurelia: Mamani e hijos
Teléfono de Yeni (hija de Aurelia): (005151)965680656
Correo central Puno-Amantani:
Joel Yanarico Borda (patrón del barco)
Email: joel_elias_12@hotmail.com
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En el puerto de Amantaní nos juntamos con el resto de viajeros que, como nosotros, habían pasado la noche en la isla.
Después de despedirnos de Aurelia, zarpamos rumbo a la isla de Taquile, aunque lo que tendría que haber sido un tranquilo y apacible trayecto de 1 hora sobre las aguas del Titicaca acabó convirtiéndose en una auténtica tortura.
Un viento helador nos hizo refugiarnos en la parte inferior del barco, dónde el humo del combustible quemándose se colaba impregnando todo de un asqueroso olor a gasolina.
Frente a nosotros, una chica lo estaba pasando realmente mal. El intenso oleaje hacía crujir el barco zarandeándolo de lado a lado y provocando en la mayoría de los pasajeros un malestar general acompañado de mareos que en el caso de esta chica había conseguido que echase todo el desayuno.
El fuerte oleaje, el olor a combustible mezclado con el del vómito y un comentario de la madre de la chica a la que entendimos que tenía una enfermedad contagiosa me hicieron pasar la que, sin duda, ha sido la peor experiencia en barco de mi vida.
Por fin, a eso de las 9:00 de la mañana llegamos a uno de los muelles de la isla de Taquile.
Nada más bajar hay que pasar por unas taquillas y comprar el boleto que da acceso a la isla. Son 8 soles (unos 2€ aprox.) pero en fin, a lo mejor en esta isla no suele quedarse mucha gente a pasar la noche y tienen que sacar dinero de alguna forma.
Antes de comenzar el paseo por la isla el patrón del barco nos dijo que nos esperaría en otro muelle situado en la zona occidental de Taquile a las 12:00, así que teníamos 3 horas libres por delante para visitar y descubrir todos los rincones de esta nueva isla del Titicaca.
El camino hacia el pueblo no tiene pérdida, ya que transcurre a media ladera y no hay muchos más lugares a los que ir, pero eso sí, desde allí las vistas del lago y las cumbres nevadas de los Andes son realmente increíbles.
Desde este mismo camino y echando la vista hacia atrás se puede ver la isla de Amantaní, que parece flotar en mitad de las azules aguas del Titicaca.
Poco antes de llegar al pueblo de Taquile, un arco de piedra nos da la bienvenida...
...y pocos metros después llegamos a la Plaza de Armas, dónde nos encontramos a los taquileños realizando algunas danzas típicas y vestidos con unos coloridos trajes...
...mientras que las taquileñas esperaban su turno sentadas en los escalones de la plaza principal de esta pequeña pero pintoresca localidad.
En todo el perímetro de la plaza estuvimos visitando los numerosos (y caros) puestos de artesanías textiles, así como la pequeña iglesia en la que destaca su medio derruida torre.
Otra de las atracciones de la plaza es una señal en la que aparecen las distancias desde este lugar hasta algunas de las principales capitales del mundo. ¡Estamos a 9236 km. de casa!
Poco más hay que hacer en esta isla. Hay varios caminos que salen de la plaza con los que se puede recorrer toda la orografía de Taquile y visitar sus restos arqueológicos, pero como tampoco dejan mucho tiempo libre, no da tiempo a ponerse en plan explorador.
Al igual que sucede en Amantaní, en Taquile es la propia comunidad la que gestiona los transportes, restaurantes y el alojamiento en las casas de las familias, así que mientras esperábamos al momento en el que tendríamos que comenzar el descenso hasta el barco, nos tomamos unos refrescos en uno de los restaurantes turísticos del pueblo.
Allí, una niña pequeña de la comunidad nos vio comiendo algunas bolsas de patatas fritas y gusanitos que habíamos comprado en Puno. Cuando vimos esa carita que no quitaba ojo a tan suculento manjar, no pudimos resistirnos y le dimos lo que quedaba. Ella, con una sonrisa de oreja a oreja, dio buena cuenta de los snacks y acabó con las manos y la boca manchadas con una mezcla de patatas fritas, ganchitos y palomitas.
A eso de las 11:30 decidimos salir rumbo al puerto situado en la zona occidental de la isla porque no teníamos ni idea de cuál era el camino ni la duración de este paseo. Al final del camino y justo antes de comenzar a bajar hasta el muelle, un nuevo arco de piedra nos despidió de este mágico lugar.
Si pulsáis el siguiente enlace, podréis ver el camino correcto entre la Plaza de Armas y el muelle desde el que parten los barcos hacia Puno: enlace a Google Maps
Antes de la hora a la que habíamos quedado con el patrón del barco ya estábamos allí todos los pasajeros...o al menos eso creíamos.
A las 12:00 en punto subimos al barco y nos sentamos dispuestos a partir. Como no salíamos, preguntamos al patrón cual era el motivo del retraso, a lo que nos contestó que faltaban algunos pasajeros. Les dimos unos 15 minutos de cortesía, pero seguían sin aparecer.
Ya cabreados, los presentes le dijimos al patrón que arrancase y dejase en tierra a los que faltaban, ya que cuando llegamos a la isla él mismo nos exigió estar allí a las 12:00 y avisó de que quien llegase tarde se quedaría en la isla.
Al final, hasta las 12:30 no llegaron los 5 pasajeros que faltaban, que se excusaron diciendo que se habían entretenido comiendo en uno de los restaurantes del pueblo.
La vuelta hasta Puno se nos hizo un poco pesada, pero al menos el agua estaba en calma y el barco parecía deslizarse sobre el lago Titicaca sin el menor esfuerzo y sin zarandearse de lado a lado como por la mañana.
Tres horas más tarde el barco atracó en el puerto de Puno, dónde nos despedimos de la familia vasca que conocimos el día anterior y con la que de nuevo estuvimos charlando buena parte del trayecto.
Eran las 15:30, así que si queríamos visitar el complejo arqueológico de Sillustani como habíamos planeado dos días antes, teníamos que darnos prisa.
Salimos corriendo hasta la salida del puerto con la esperanza de encontrar al taxista con el que habíamos acordado visitar dicho yacimiento el día que llegamos a Puno, pero no estaba.
Le llamamos varias veces, pero o bien no sabíamos llamar o nos había dado un número de teléfono erróneo. Al final optamos por no perder más tiempo y paramos otro taxi con el que tuvimos que negociar un precio por llevarnos hasta Sillustani.
Como no había mucho donde elegir, el segundo taxi que paramos se ofreció a llevarnos y traernos por 64 soles (18€ aproximadamente). Aunque el precio era algo mayor a lo que habíamos leído (50 soles), una diferencia de 4€ no nos iba a dejar con las ganas de visitar este lugar, así que aceptamos.
De camino le pedimos al taxista que nos parase en un Rico`s pan para comprar algo que comer. Tal y como hicimos el día que llegamos a Puno, acabamos comprando unas empanadas de carne y pollo que comeríamos mientras visitábamos Sillustani.
Este sitio arqueológico se encuentra situado a 35 kilómetros de Puno en una península de la laguna Umayo, así que en los 35 o 40 minutos que duró el viaje, nuestro taxista nos fue contando algunas curiosidades del lago Titicaca, la laguna Umayo y Sillustani, cuya traducción literal es "uñas resbaladizas".
Como íbamos con el tiempo bastante justo, nos propuso ir por unas pistas de tierra por las que según él se acortaba. Accedimos y pronto el taxi se adentró por unos paisajes desérticos a través de caminos de tierra que cruzaban extensas llanuras en las que no había ninguna señal de presencia humana.
Después de unos minutos de desconfianza, volvimos a una carretera asfaltada por la que en apenas 5 minutos más llegamos hasta las taquillas de Sillustani.
Tras pagar 10 soles (3€) por persona comenzamos la visita a esta necrópolis, cuyo mayor atractivo son sus cerca de 90 chullpas o torres funerarias construidas mediante grandes bloques tallados de piedra volcánica.
Desde el camino que conduce hacia la zona dónde hay una mayor concentración de monumentos funerarios se pueden observar los restos de muchas de estas tumbas...
...así como algunos paneles informativos en los que se explican los diferentes tipos de Chullpas del recinto y varias imágenes de los objetos que se han encontrado dentro de cada una de ellas.
En todo el recinto arqueológico podemos encontrar dos tipos de construcciones. Las más básicas, realizadas a base de piedras unidas mediante una argamasa de barro y paja, son características de la cultura Colla.
Las más grandes, de hasta 12 metros de altura, y llamativas son de la época Inca. Estas edificaciones sorprenden por la perfección con la que están unidos los bloques de piedra entre sí sin ningún tipo de elemento de unión, pero sobre todo, por ser más estrechas en su base que en la parte superior y conseguir mantenerse en equilibrio desafiando a la mismísima ley de la gravedad.
Además, si miramos con atención, en algunas de ellas encontraremos algunos animales tallados, como por ejemplo el lagarto que podéis ver en el bloque inferior derecho de esta fotografía:
También resulta muy interesante poder ver el interior de estas Chullpas observando algunas de las que están parcialmente derruidas. De esta manera se pueden apreciar algunas de las características arquitectónicas de estos monumentos funerarios, como por ejemplo la cámara mortuoria abovedada o el hecho de que estén prácticamente huecas desde la mitad de la torre.
Como pudimos comprobar en muchas de las tumbas, existe una pequeña puerta casi siempre orientada al este por la que se pondría en contacto el espíritu del difunto con el Inti, el dios sol. Es tan pequeña que ni siquiera cabría el cuerpo momificado en posición fetal de los "mallkus" o líderes étnicos que eran enterrados allí, por lo que se supone que tanto los cuerpos como el resto de objetos que se han encontrado dentro de las chullpas se introducían por la bóveda antes de finalizarla.
En estas edificaciones funerarias no solo se enterraban los miembros de la nobleza, sino que también se han encontrado restos de otros gobernantes, sacerdotes e incluso de algunos sirvientes.
Lo cierto es que este lugar no fue elegido al azar, ya que desde esta colina situada casi a 4000 metros sobre el nivel del mar se divisa toda la laguna de Umayo...
...y parte de las extensas llanuras cercanas. Un enclave totalmente privilegiado desde el que comenzar el viaje al más allá.
Aunque no tuvimos tiempo de recorrer todo el recinto, creo que a última hora de la tarde es el mejor momento para visitar Sillustani. Prácticamente estuvimos solos todo el tiempo, por lo que la unión del silencio y los tonos anaranjados del atardecer consiguieron crear una atmósfera especial en la que el juego de luces y sombras nos dejaron totalmente embobados.
A las 17:00 en punto, un silbato nos sacó de esa especie de trance en el que estábamos inmersos. Era la señal de que esta espectacular necrópolis cerraba sus puertas, así que poco a poco y sin apartar la mirada de la silueta de estos colosos de piedra que parecían aguantar el paso del tiempo sabiéndose dueños de un privilegiado estatus a la altura de los cuerpos que antaño protegieron en su interior, fuimos caminando hacia la salida.
Poco antes de cruzar la puerta, una roca en la que estaba tallado un petroglifo con algo que parecía representar a una serpiente nos hizo detenernos unos instantes y demorar un poco más la salida.
El horario de apertura al público durante todo el año es:
Lunes a domingo de 8:00 a 17:00
En el camino hacia el taxi, los últimos puestos de artesanías que aún permanecían abiertos estaban en pleno proceso de desmontaje, aunque eso no fue impedimento para hacerme por tan solo 5 soles con una figura del Tumi, el cuchillo ceremonial utilizado por las culturas Moche, Chimú e Inca.
El resto de objetos y prendas que vendían tenían buenos precios, así que este puede ser un lugar interesante para comprar algunos recuerdos de vuestro viaje a Perú.
De regreso a Puno, el taxista nos dejó en el hotel, dónde pasamos el tiempo justo para dejar las mochilas antes de salir de nuevo a recorrer las calles de la ciudad.
Hasta la hora de la cena estuvimos paseando por la calle Lima y aledaños, dónde volvimos a comprar algún que otro souvenir peruano.
Para terminar el día, nos fuimos a un restaurante típico de la gastronomía peruana y cenamos unos contundentes platos de chancho (cerdo) y pollo que culminó con sus correspondientes Pisco Sour. En total, la cena nos salió por 109 soles.
De vuelta al hotel, preparamos las mochilas y maletas para la jornada siguiente, un día de transición en el que nos desplazaríamos desde Puno hasta Cuzco en el lujoso Andean Explorer, un tren que atraviesa unos paisajes espectaculares a los que ya empezábamos a acostumbrarnos, pero que sin embargo, no dejaban de sorprendernos cada vez que se mostraban en todo su esplendor al otro lado de una ventanilla...
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